Ellos tienen que soportar durante largo tiempo la voz de una grabadora que repite datos, sin obtener respuesta efectiva, cuando tratan de lograr una cita para recibir atención. Sin embargo, el descuento mensual por planilla es aplicado rigurosamente y con envidiable puntualidad, en sus miserables boletas de pago.
Por. Freddy Gálvez Delgado
Si escogiéramos a uno de los sectores más desfavorecidos y desamparados de la población peruana, es el de los jubilados. Nadie como ellos sufre, desde hace décadas, los embates del permanente encarecimiento del costo de vida, sin recibir el mínimo aporte económico a su favor. Y, en forma increíble, su paupérrimo sueldo permanece inalterable. Profesionales que entregaron lo mejor sus conocimientos y parte de su vida a la formación de nuevas generaciones y al progreso del país, hoy son seres olvidados por completo.
Todas, absolutamente todas las organizaciones laborales del Perú, reciben con frecuencia reintegros, aumentos y bonificaciones para hacer frente a la menor manifestación de alza en la canasta familiar. Eso lo saben los diferentes estamentos del gobierno, incluyendo el presidente, ministros y los propios parlamentarios, nacidos de la votación popular. Pero, semejando tener oídos cubiertos de algodón o cerumen, no hacen, ni plantean propuesta alguna para superar esa caótica situación de quienes deambulan en el último tramo que les depara el destino.
Como única respuesta a su apagado reclamo, no sólo son víctimas de la indiferencia, sino que también se les amenaza arrebatar lo que les pertenece. Es el caso de sus aportes al FONAVI, que tratan de desconocerse, pretenden mutilar y hasta negar, con el pretexto que, a quienes se les descontó, ahora tienen casa. Ocurre lo mismo con el Seguro Social, aunque se diga lo contrario.
Ellos tienen que soportar durante largo tiempo la voz de una grabadora que repite datos, sin obtener respuesta efectiva, cuando tratan de lograr una cita para recibir atención. Sin embargo, el descuento mensual por planilla es aplicado rigurosamente y con envidiable puntualidad, en sus miserables boletas de pago. Los trabajadores retirados aplauden el anuncio de brindar atención de salud gratuita a los taxistas “por el alza del combustible y la escasa demanda”, con dinero municipal, que procede del aporte ciudadano, pero lamentan que sigan ignorados.
Mientras esa es la realidad que los envuelve, allí están los jubilados. Observando la sociedad a la que cada uno, con especial denuedo, contribuyó en su desarrollo. Ahora, en el umbral de su existencia. Ya casi sin fuerzas para reclamar y menos aún, para gritar, tomamos su reclamo como nuestro. Consideramos que necesitan ser escuchados. Se les reivindique y recompense. Por su esfuerzo y todo lo que dieron, en verdad, merecen un significativo aumento…
Por. Freddy Gálvez Delgado
Si escogiéramos a uno de los sectores más desfavorecidos y desamparados de la población peruana, es el de los jubilados. Nadie como ellos sufre, desde hace décadas, los embates del permanente encarecimiento del costo de vida, sin recibir el mínimo aporte económico a su favor. Y, en forma increíble, su paupérrimo sueldo permanece inalterable. Profesionales que entregaron lo mejor sus conocimientos y parte de su vida a la formación de nuevas generaciones y al progreso del país, hoy son seres olvidados por completo.
Todas, absolutamente todas las organizaciones laborales del Perú, reciben con frecuencia reintegros, aumentos y bonificaciones para hacer frente a la menor manifestación de alza en la canasta familiar. Eso lo saben los diferentes estamentos del gobierno, incluyendo el presidente, ministros y los propios parlamentarios, nacidos de la votación popular. Pero, semejando tener oídos cubiertos de algodón o cerumen, no hacen, ni plantean propuesta alguna para superar esa caótica situación de quienes deambulan en el último tramo que les depara el destino.
Como única respuesta a su apagado reclamo, no sólo son víctimas de la indiferencia, sino que también se les amenaza arrebatar lo que les pertenece. Es el caso de sus aportes al FONAVI, que tratan de desconocerse, pretenden mutilar y hasta negar, con el pretexto que, a quienes se les descontó, ahora tienen casa. Ocurre lo mismo con el Seguro Social, aunque se diga lo contrario.
Ellos tienen que soportar durante largo tiempo la voz de una grabadora que repite datos, sin obtener respuesta efectiva, cuando tratan de lograr una cita para recibir atención. Sin embargo, el descuento mensual por planilla es aplicado rigurosamente y con envidiable puntualidad, en sus miserables boletas de pago. Los trabajadores retirados aplauden el anuncio de brindar atención de salud gratuita a los taxistas “por el alza del combustible y la escasa demanda”, con dinero municipal, que procede del aporte ciudadano, pero lamentan que sigan ignorados.
Mientras esa es la realidad que los envuelve, allí están los jubilados. Observando la sociedad a la que cada uno, con especial denuedo, contribuyó en su desarrollo. Ahora, en el umbral de su existencia. Ya casi sin fuerzas para reclamar y menos aún, para gritar, tomamos su reclamo como nuestro. Consideramos que necesitan ser escuchados. Se les reivindique y recompense. Por su esfuerzo y todo lo que dieron, en verdad, merecen un significativo aumento…
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