La situación actual muestra un panorama favorable para las miles de familias que dependen de estas azucareras del norte del país. El constante diálogo, la disciplina, una adecuada gestión administrativa, las inversiones y el trabajo en equipo han llevado a los trabajadores a buen puerto.
Por: Lorena Nima Benites
lorenis12@yahoo.es
El valle Chicama es una zona altamente azucarera, y la mayoría de sus familias dependen económicamente de las empresas agroindustriales que ahí se desarrollan. Si bien desde hace buen tiempo, Cartavio está dando muestras de una saludable mejoría y Casa Grande le sigue los pasos desde hace tres años, esto no siempre fue así. Durante décadas, los trabajadores azucareros fueron observadores pasivos de pésimas gestiones administrativas y tuvieron que pagar las consecuencias de los errores ajenos, lo que significó más de un sacrificio.
Por ejemplo, hasta hace algunos años, los fines de mes significaban para ellos una verdadera tortura, pues vivían en la incertidumbre de no saber si recibirían su remuneración; y cuando éste llegaba, la alegría se desvanecía rápidamente cuando comprobaban que no era ni la cuarta parte de lo que les correspondía. Con la llegada de los inversionistas privados la situación fue cambiando, y las mejoras fueron llegando una tras otra. Los primeros en salir a flote fueron los trabajadores de Cartavio, empresa que se privatizó en 1998.
El pago de beneficios sociales, remuneraciones al día y la reestructuración de las deudas se fueron dando a medida que los nuevos dueños se afianzaban en el negocio. Los trabajadores poco a poco recuperaron la confianza. Empezaron a responder a los cambios con trabajo y compromiso, con el único propósito de sacar adelante a esa empresa que representaba el futuro para sus familias. Mientras tanto, en Casa Grande ocurría lo opuesto. El caos social y los malos manejos administrativos se enquistaron al interior de la empresa como un resistente virus que cada día carcomia a los miles de trabajadores.
Aunque transcurrieron muchos años antes de que lo lograran, durante los cuales tuvieron que soportar más de un fracaso e, incluso, ser testigos del derramamiento de sangre, el salvavidas para estas personas les fue lanzado desde una Corporación Nacional hace apenas tres años. La situación actual muestra un panorama favorable para las miles de familias que dependen de estas azucareras del norte del país. El constante diálogo, la disciplina, una adecuada gestión administrativa, las inversiones y el trabajo en equipo han llevado a los trabajadores a buen puerto.
Los años de zozobra por la entrega de los sueldos quedaron en el recuerdo, pues ahora los colaboradores no sólo reciben religiosamente a fin de mes la compensación económica por su trabajo; sino que también participan de las utilidades. Si bien, las empresas industriales que reportan ganancias están obligadas por ley a repartir el 10% de esas utilidades entre todos sus trabajadores; hay que considerar que en estas épocas de crisis no todos los colaboradores del sector privado han podido gozar este año de ese derecho.
Por: Lorena Nima Benites
lorenis12@yahoo.es
El valle Chicama es una zona altamente azucarera, y la mayoría de sus familias dependen económicamente de las empresas agroindustriales que ahí se desarrollan. Si bien desde hace buen tiempo, Cartavio está dando muestras de una saludable mejoría y Casa Grande le sigue los pasos desde hace tres años, esto no siempre fue así. Durante décadas, los trabajadores azucareros fueron observadores pasivos de pésimas gestiones administrativas y tuvieron que pagar las consecuencias de los errores ajenos, lo que significó más de un sacrificio.
Por ejemplo, hasta hace algunos años, los fines de mes significaban para ellos una verdadera tortura, pues vivían en la incertidumbre de no saber si recibirían su remuneración; y cuando éste llegaba, la alegría se desvanecía rápidamente cuando comprobaban que no era ni la cuarta parte de lo que les correspondía. Con la llegada de los inversionistas privados la situación fue cambiando, y las mejoras fueron llegando una tras otra. Los primeros en salir a flote fueron los trabajadores de Cartavio, empresa que se privatizó en 1998.
El pago de beneficios sociales, remuneraciones al día y la reestructuración de las deudas se fueron dando a medida que los nuevos dueños se afianzaban en el negocio. Los trabajadores poco a poco recuperaron la confianza. Empezaron a responder a los cambios con trabajo y compromiso, con el único propósito de sacar adelante a esa empresa que representaba el futuro para sus familias. Mientras tanto, en Casa Grande ocurría lo opuesto. El caos social y los malos manejos administrativos se enquistaron al interior de la empresa como un resistente virus que cada día carcomia a los miles de trabajadores.
Aunque transcurrieron muchos años antes de que lo lograran, durante los cuales tuvieron que soportar más de un fracaso e, incluso, ser testigos del derramamiento de sangre, el salvavidas para estas personas les fue lanzado desde una Corporación Nacional hace apenas tres años. La situación actual muestra un panorama favorable para las miles de familias que dependen de estas azucareras del norte del país. El constante diálogo, la disciplina, una adecuada gestión administrativa, las inversiones y el trabajo en equipo han llevado a los trabajadores a buen puerto.
Los años de zozobra por la entrega de los sueldos quedaron en el recuerdo, pues ahora los colaboradores no sólo reciben religiosamente a fin de mes la compensación económica por su trabajo; sino que también participan de las utilidades. Si bien, las empresas industriales que reportan ganancias están obligadas por ley a repartir el 10% de esas utilidades entre todos sus trabajadores; hay que considerar que en estas épocas de crisis no todos los colaboradores del sector privado han podido gozar este año de ese derecho.
Según los balances financieros que publica la Comisión Nacional Supervisora de Empresa y Valores (Conasev), en el sector azucarero, sólo tres empresas en todo el país han reportado utilidades y han logrado cumplir con sus colaboradores. Dos de estas empresas pertenecen al Grupo Gloria. La entrega de utilidades cobra mayor connotación en empresas como Casa Grande, pues de las azucareras de La Libertad fue la última en ver llegar al inversionista que la sacara del caos socio-económico en que estaba sumida.
Viendo sus resultados económicos se podría decir que Casa Grande se ha convertido en una de las más prósperas empresas azucareras del país. Hasta el año pasado -y desde el ingreso del Grupo Gloria hace tres años- ha realizado inversiones que superan los 54 millones de dólares. Esta emblemática empresa de La Libertad ha logrado incrementar su molienda de caña en un 80%; mientras que su producción de azúcar ha aumentado un 89% en comparación con años anteriores, llegando a producir más de 210 mil toneladas.
Otra mejora de su producción se refleja en las cerca de 19 mil hectáreas de caña que ahora cultivan, lo que representa un incremento del 62% en comparación a los años de debacle de esta azucarera. Paralelo a estas mejoras, Casa Grande está cumpliendo con el pago de los pasivos. De la deuda de más de 300 millones de nuevos soles que tenía, ahora sólo le falta honrar un promedio de 74 millones.
Como se puede deducir, estas empresas están trabajando para salir adelante y seguir siendo no sólo el soporte de las más de 8 mil familias a las que benefician directamente; sino también ser parte del esfuerzo por dinamizar la economía regional y nacional. El año pasado, Casa Grande -junto a Cartavio- pagó más de 38 millones de soles en impuestos y contribuciones al Estado. Demuestran de esa forma que son capaces de funcionar como empresas eficientes, que cumplen con sus obligaciones.
Pese a la actual crisis mundial, estos compromisos no se verán afectados durante este año. Los colaboradores de estas dos azucareras del Grupo Gloria usarán como armas la competitividad, la eficacia y la alta productividad para hacerle frente a este desequilibrio económico. No en vano, Cartavio y Casa Grande han iniciado un largo camino hacia la excelencia operacional que los llevará a ser cada vez más eficientes, y que las consolidará como empresas líderes del sector.
Viendo sus resultados económicos se podría decir que Casa Grande se ha convertido en una de las más prósperas empresas azucareras del país. Hasta el año pasado -y desde el ingreso del Grupo Gloria hace tres años- ha realizado inversiones que superan los 54 millones de dólares. Esta emblemática empresa de La Libertad ha logrado incrementar su molienda de caña en un 80%; mientras que su producción de azúcar ha aumentado un 89% en comparación con años anteriores, llegando a producir más de 210 mil toneladas.
Otra mejora de su producción se refleja en las cerca de 19 mil hectáreas de caña que ahora cultivan, lo que representa un incremento del 62% en comparación a los años de debacle de esta azucarera. Paralelo a estas mejoras, Casa Grande está cumpliendo con el pago de los pasivos. De la deuda de más de 300 millones de nuevos soles que tenía, ahora sólo le falta honrar un promedio de 74 millones.
Como se puede deducir, estas empresas están trabajando para salir adelante y seguir siendo no sólo el soporte de las más de 8 mil familias a las que benefician directamente; sino también ser parte del esfuerzo por dinamizar la economía regional y nacional. El año pasado, Casa Grande -junto a Cartavio- pagó más de 38 millones de soles en impuestos y contribuciones al Estado. Demuestran de esa forma que son capaces de funcionar como empresas eficientes, que cumplen con sus obligaciones.
Pese a la actual crisis mundial, estos compromisos no se verán afectados durante este año. Los colaboradores de estas dos azucareras del Grupo Gloria usarán como armas la competitividad, la eficacia y la alta productividad para hacerle frente a este desequilibrio económico. No en vano, Cartavio y Casa Grande han iniciado un largo camino hacia la excelencia operacional que los llevará a ser cada vez más eficientes, y que las consolidará como empresas líderes del sector.
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