Tal vez, en un momento determinado, cuando eran pequeños fueron los consentidos de la familia. Porque a esa edad, todos los animales son bonitos y graciosos. Sin embargo, como ocurre con todos los seres vivientes, al medida que pasan los años, todo cambia y el atractivo inicial se va perdiendo de manera paulatina.
Por: Freddy Gálvez Delgado
Dentro de la numerosa producción del renombrado escritor peruano Mario Vargas Llosa, hay una obra titulada “La Ciudad y los Perros”, escrita en 1963. La novela describe las peripecias de un grupo de estudiantes del Colegio Militar Leoncio Prado de Lima, Perú. Narra con crudeza la realidad que deben afrontar los jóvenes al recibir su formación escolar sometida a la rígida disciplina militar.
Según el autor, la afrenta recibida les impide desarrollarse de manera conveniente como personas pues, con frecuencia, son motivo de sometimiento y humillación. Esta brevísima alusión al libro en mención es únicamente coincidencia de palabras con el título otorgado a nuestro artículo. Porque nos referimos a Trujillo convertida en la ciudad donde existen muchísimos perros callejeros. Aquellos que no tienen dueño y deambulan de un lugar a otro.
Tal vez, en un momento determinado, cuando eran pequeños fueron los consentidos de la familia. Porque a esa edad, todos los animales son bonitos y graciosos. Sin embargo, como ocurre con todos los seres vivientes, al medida que pasan los años, todo cambia y el atractivo inicial se va perdiendo de manera paulatina. De ninguna manera existe la intención de comparar al ser humano, simplemente que, desde la propia perspectiva, cumple similar proceso de crecimiento y degeneración.
Volviendo a los canes vagabundos, en Trujillo se les encuentra por cualquier parte y mucho más en las urbanizaciones y alrededores. El reclamo se fundamenta en los que no pertenecen a nadie. Aquellos que son agresivos y atacan a la gente sin ninguna razón. En ese sentido, es conveniente hacer un llamado a las autoridades municipales para que cumplan con proteger a la ciudadanía de estos cachorros por quienes nadie responde.
Y a los propietarios. Cada vez que los lleven a pasear, agénciense de una tenaza y una bolsa. Los parques y jardines de la ciudad, no son servicios higiénicos. Ni merecen ser convertidos en basureros. ¿Creen ustedes que es correcto ensuciar la vía pública, sin el mayor respeto y consideración a los demás…? ¿Por qué no podemos imitar lo que hacen los habitantes en otras partes del mundo…?
Eso, es cultura y hay una imperiosa necesidad de demostrarla. Empecemos personalmente con nuestros animales domésticos. Todo es cuestión de proponerse. Hagámoslo por nosotros, las mascotas que queremos, la ciudad y las personas que viven en ella. Así, todos estaremos contentos. ¿Será demasiado lo que pedimos…
Por: Freddy Gálvez Delgado
Dentro de la numerosa producción del renombrado escritor peruano Mario Vargas Llosa, hay una obra titulada “La Ciudad y los Perros”, escrita en 1963. La novela describe las peripecias de un grupo de estudiantes del Colegio Militar Leoncio Prado de Lima, Perú. Narra con crudeza la realidad que deben afrontar los jóvenes al recibir su formación escolar sometida a la rígida disciplina militar.
Según el autor, la afrenta recibida les impide desarrollarse de manera conveniente como personas pues, con frecuencia, son motivo de sometimiento y humillación. Esta brevísima alusión al libro en mención es únicamente coincidencia de palabras con el título otorgado a nuestro artículo. Porque nos referimos a Trujillo convertida en la ciudad donde existen muchísimos perros callejeros. Aquellos que no tienen dueño y deambulan de un lugar a otro.
Tal vez, en un momento determinado, cuando eran pequeños fueron los consentidos de la familia. Porque a esa edad, todos los animales son bonitos y graciosos. Sin embargo, como ocurre con todos los seres vivientes, al medida que pasan los años, todo cambia y el atractivo inicial se va perdiendo de manera paulatina. De ninguna manera existe la intención de comparar al ser humano, simplemente que, desde la propia perspectiva, cumple similar proceso de crecimiento y degeneración.
Volviendo a los canes vagabundos, en Trujillo se les encuentra por cualquier parte y mucho más en las urbanizaciones y alrededores. El reclamo se fundamenta en los que no pertenecen a nadie. Aquellos que son agresivos y atacan a la gente sin ninguna razón. En ese sentido, es conveniente hacer un llamado a las autoridades municipales para que cumplan con proteger a la ciudadanía de estos cachorros por quienes nadie responde.
Y a los propietarios. Cada vez que los lleven a pasear, agénciense de una tenaza y una bolsa. Los parques y jardines de la ciudad, no son servicios higiénicos. Ni merecen ser convertidos en basureros. ¿Creen ustedes que es correcto ensuciar la vía pública, sin el mayor respeto y consideración a los demás…? ¿Por qué no podemos imitar lo que hacen los habitantes en otras partes del mundo…?
Eso, es cultura y hay una imperiosa necesidad de demostrarla. Empecemos personalmente con nuestros animales domésticos. Todo es cuestión de proponerse. Hagámoslo por nosotros, las mascotas que queremos, la ciudad y las personas que viven en ella. Así, todos estaremos contentos. ¿Será demasiado lo que pedimos…
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