Aquí de nada servía
tocar puerta a puerta, así que desde el inicio fueron ellos quienes nos enseñaron
cómo debíamos hacer las cosas, “no olviden los pitos” nos mencionó una niña.”¿un
pito? Y ¿qué hago con el pito?”, - “toca el pito, la gente saldrá de su
casa y entonces habla con ellos”…
Por: Stefanie
Crisanto Ugaz
Verdaderamente
no hay desayuno más saludable que el que se sirve en la mesa de la alegría
compartida y es que 25 minutos de trayecto no son suficientes para que la
imaginación acerque siquiera la nariz a la puerta de la realidad, aquella que
se presentó intempestivamente con un entusiasta “buenos días” que parecía no
terminar, de pronto el polvo se levantaba violentamente tras un conjunto de
piececitos presurosos de mirada tímida.
San Judas Tadeo, un centro educativo
nacional de los tantos que tiene Trujillo;
de esos que parecen no albergar nada que pueda capturar el interés de un ojo
acostumbrado a lo cotidiano, de aquel que conoce Las Delicias, la que viene acompañada de sol, playa y arena, a la
vez que de una serie de souvenirs, uno que otro turista y las
infaltables fotos que darían cuenta de un feriado inolvidable, sin percatarse
que a un paso les esperaba la realidad que tanto necesitaban conocer.
La
infraestructura por sí sola, dejaba ver la escasa preocupación estatal que se
ha mostrado hasta el momento; pero el entusiasmo que nos invadía nos permitía
pasarlo por alto, así que iniciamos la numeración: sillas ordenadas
simétricamente, un área en la que se podría llevar a cabo una conversación
grupal amena, globos de colores, ahora sólo faltaba lo más importante: ellos.
De
modo que había que ir por ellos, pero ésta no era una invitación acostumbrada,
pues la usanza era distinta a la que hasta entonces conocíamos. Aquí de nada
servía tocar puerta a puerta, así que desde el inicio fueron ellos quienes nos enseñaron
cómo debíamos hacer las cosas, “no olviden los pitos” nos mencionó una niña.”¿un
pito? Y ¿qué hago con el pito?”, - “toca el pito, la gente saldrá de su
casa y entonces habla con ellos”… de modo que esa era la forma, no había otra y
cómo dice el refrán “Si a Roma fueras haz lo que vieras” (o lo que te dijeran).
Efectivamente,
tocamos los pitos y unas caritas llenas de curiosidad no tardaron en asomarse
en compañía de sus madres, - “buen día, señora, se le invita a usted y sus
niños a un desayuno en el colegio San Judas Tadeo, habrá un show infantil.
Vaya, será una reunión interesante”. Así caminamos un grupo de 4 estudiantes y
mientras el calor bárbaro que dejaba caer sobre nosotros el astro rey parecía
envalentonarnos más.
Finalmente
regresamos y tras nosotros una hilera de niños, quienes parecían ser
arrastrados por el sonar de los pitos como si está fuese una flauta de Hamelín.
A la vuelta de media hora el lugar estaba lleno, niños y niñas de todas las
edades y acompañadas por su madre, tía o vecina, todos ubicados en cada una de
las sillitas en espera de lo ofrecido. Posteriormente, se presentaron
estudiantes de medicina de la Universidad
César Vallejo para ofrecerles una pequeña charla acerca de aseo personal
con participación de nuestros pequeños invitados.
“Ahora
ya sé cómo lavarme las manos, antes de comer, después de ir al baño” mencionó
Melissa mientras se mantenía sentada en el regazo de su madre. Ahora era el
turno de los padres a quienes se les daría alcance concerniente a planificación
familiar, mientras sus hijos disfrutaban del show que les prometimos. De
improviso la loza deportiva se convirtió en un universo infantil sicodélico,
acompañado por los acordes de una y mil risas arrancadas, mientras nos seguían
enseñando, mientras reaprendíamos a sacar ese niño que llevamos dentro.
Y
es que a ésta fiesta no le hacía falta nada, payasos, dalinas, hombres en
zancos que despertaron el interés y susto de uno que otro asistente, música y
abundante felicidad. Aquella fue una celebración que se prolongó cerca de 2
horas, hasta que cansados de tanta satisfacción, los invadía el compañero
diario: el hambre. “El desayuno” se escuchaba la petición en coro, así que allí
estábamos todos compartiendo aquel alimento bendito.
Y
experimenté aquella frase ya lanzada por aquel vate que transitó tantas veces
por nuestra casa de estudios, el poeta César Vallejo: ¡Y cuándo nos veremos con
los demás, al borde de una mañana eterna, desayunados todos! El encuentro
llegaba a su fin, las despedidas que intentamos espantar a toda costa se
acercaban cada vez más y allí estábamos esperando que se lleven tanto como,
aquella mañana, nos habían regalado ellos, porque había tanto más
allá de aquellas canastas familiares tan acostumbrados a recibir, de los
juguetes y el mundo material.
Nosotros
compartimos un minuto de comprensión mutua, de realidades paralelas, de
experiencias ignoradas y tan conocidas a la vez. Así regresamos con el recuerdo
perenne de aquellas sonrisas, de un buen día sin fin, de niñez reestablecida,
de agradecimiento eterno, porque nos mostraron lo que no se enseña ni se
aprende en un aula de clases, ahora sabíamos que había algo más allá de Las
Delicias y su balneario, de sus tardes de playa al elevarse o caer el sol, de ese
Acuario de presencia salina.
Existe
un lugar llamado Taquilla, el cual
albergaba en su interior una historia llamada San Judas Tadeo, que existe un
lugar que responde al llamado de los pitos con la misma resonancia que aún
persisten en la mente de cada uno de nosotros, pero sobre todo en el corazón…“Mi
sueño es el de Picasso; tener mucho dinero para vivir tranquilo como los
pobres” (Fernando Savater).
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