El distrito de Mache tiene
un índice de pobreza del 73% lo que se traduce en el limitado acceso a los
servicios básicos como salud y educación. Juana ingresó al programa Juntos en
el 2012. Ella desde niña siempre ocupó los primeros puestos cuando estaba en el
colegio, pero solo logró terminar la primaria.
Lograr
que un niño termine sus estudios secundarios exitosamente y continúe estudios
superiores no es tarea fácil, menos aún si se trata de una familia de menores
recursos económicos que vive en un distrito alejado en la sierra. Sin embargo, Rocío y César, dos jóvenes pertenecientes a un hogar Juntos lo lograron gracias al esfuerzo, unión y el compromiso de
toda la familia para salir adelante. Juana es una madre usuaria del programa
Juntos que vive con su esposo Segundo y sus hijos Rocío y César en el distrito
de Mache, una localidad ubicada en
la provincia de Otuzco a 93.3 km de Trujillo, en la sierra de La Libertad a 3,300 metros sobre el
nivel del mar.
El
distrito de Mache tiene un índice de pobreza del 73% lo que se traduce en el limitado
acceso a los servicios básicos como salud y educación. Juana ingresó al
programa Juntos en el 2012. Ella desde niña siempre ocupó los primeros puestos
cuando estaba en el colegio, pero solo logró terminar la primaria porque sus
padres no tenían recursos para apoyarla por ello, junto con su esposo pusieron
todo su esfuerzo para que sus hijos salgan adelante y sigan estudios
superiores.
Y
vaya que lo logró. Rocío, su hija mayor, actualmente tiene 22 años y cursa,
gracias a haber obtenido una vacante en Beca
18, el segundo ciclo de Ingeniería de Sistemas en la Universidad Privada Antenor Orrego de Trujillo. Ella siguió sus estudios primarios en la
escuela 255 y la secundaria en el colegio Simón Bolívar del distrito de Mache
donde ocupó el primer puesto todos los años, siendo su curso favorito
Comunicación. Juana recuerda que cuando Rocío recibió el primer diploma.
Ya
la profesora le había adelantado algo a ella, pues iba constantemente al
colegio, para saber cómo estaba avanzando su hija, pero el saberlo
anticipadamente no impidió la felicidad y emoción de ver a su pequeña
recibiendo su primer galardón. Rocio cosechó una estela de reconocimientos a lo
largo de sus 11 años de estudios escolares, que concluyeron con el premio de
excelencia de su colegio. Ahora a pesar de las dificultades de los estudios
virtuales, ha logrado obtener un promedio ponderado de 17.
Para
ella, todo se debe a su esfuerzo, pero también al gran apoyo de sus padres que la
impulsaron desde pequeña al estudio y a participar en concursos, como cuando
participaron en la feria de ciencias en primaria donde los niños construyeron
un robot con materiales reciclados, con cajas de cartón, pomos, frascos, chapas,
tapas de botella, hilos y demás lograron armar un robot y ganaron el premio
denominado “El cerebro de oro”. Sin embargo, las cosas no siempre han sido
fáciles.
Cuando
Rocío estaba en segundo año de secundaria logró ingresar al Colegio de Alto Rendimiento, pero sus padres no la dejaron ir porque debía estudiar
en Ancash y al ser la única hija
mujer les pareció que era muy pequeña para ir tan lejos “y yo me quede con esa
pica de haber logrado mi beca pero no pude disfrutarla, así es que cuando supe
de Beca 18 postulé y logré ingresar”. César, el segundo hijo de Juana, tiene 18
años y recién concluyó el primer ciclo de Gestión y Mantenimiento de Maquinaria
Pesada en el instituto Tecsup de
Trujillo, también a través de Beca 18.
Al
igual que su hermana, estudió en la escuela 255 y la secundaria en el colegio
Simón Bolívar del distrito de Mache, en donde acostumbraba ocupar uno de los
dos primeros puestos. César tuvo dificultades para lograr la adaptación a los
estudios virtuales y de mayor nivel que en su distrito pero no se dio por
vencido. Por ello, se quedaba con sus compañeros en línea al final de la clase
para aprender a resolver ejercicios y problemas durante varios días, sobre todo
al inicio del ciclo. “Tenía problemas
porque había un desnivel, pero con el apoyo de mis compañeros logré aprender.
En la sierra te brindan una educación básica, no se profundiza tanto como en la
costa”.
Así
logró aprobar Física, Cálculo y Estadística, en los que obtuvo buenas
calificaciones y por ello ahora está
llevando Aplicaciones de Cálculo y Estadística con derivadas. Su curso favorito
es Mecánica de Talleres, en donde le hacen desmontar o revisar fallas de
motores y piezas como el bloqueo, el cilindro, los pistones, las válvulas, la
culata, el cigüeñal, lo cual le entusiasma mucho porque ya es curso de carrera.
A decir del profesor Quesquén, Rocío y César ya ejercían el liderazgo desde que
estaban en el colegio.
Rocío
organizaba a sus compañeros para participar en los concursos escolares de
danzas, organizaba comisiones de trabajo: vestuario, ensayos, música, etc. para
poder competir adecuadamente. César por su parte organizaba los eventos
deportivos de su colegio. El colegio ganó el segundo puesto en la evaluación
censal a nivel provincial y en el área de sociales alcanzaron el primer puesto
liderados por Rocío quien incluso llegó a ser alcaldesa de su colegio, mientras
César llegó a ser teniente alcalde.
Juana
y su esposo Segundo trabajaron juntos arduamente para poder sacar adelante a
sus hijos, mientras él se dedica a la agricultura, en la siembra de papa, maíz,
cebada y trigo; ella se dedicó a los quehaceres del hogar y al cuidado de sus
hijos, pero eventualmente iba a lavar en casas y hacer trabajos de limpieza
para poder obtener más ingresos. En el caso de Rocío y César el éxito se debe a
la unión y esfuerzo de toda la familia así como el apoyo de instituciones como
Juntos y Beca 18 que trabajaron con ellos para ayudarles a alcanzar sus sueños.
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