¿Sexo débil? Ni que hablar. Basta contemplar sólo unos minutos su trabajo “en la tierra, en el cielo o en el agua” para darnos cuenta de su fortaleza; su empeño es el mismo en cualquier espacio, no pierden su feminidad, por el contrario incrementan su maternidad.
Suben escalón tras escalón, en contados segundos se encuentran a más de 8 metros de altura sobre una escalera de eucalipto. Se detienen, en una mano sostienen su vida; en la otra, sostienen nuestra historia. Un pequeño balde de pintura contiene la mezcla bendita de su propia naturaleza: ¡Barro!; con él, resanan las heridas ocasionadas por las lluvias en las enormes murallas. Una, dos, tres horas después estas amas de casa, hoy conservadoras de Chan Chan, continúan en la misma acción, con la misma fuerza de la que sólo es posible una mujer. Sin temor.
En tierra. Con la fuerza de sus brazos y apoyadas sobre las ruedas de una carretilla - En otro sector de Chan Chan- una cuadrilla de mujeres acarrea adobes, la distancia es la misma que para los hombres, el peso y la carga no difieren por su sexualidad. En el cielo, rozando las nubes, sobre un enorme muro Chimú, otro grupo de mujeres abastece de mezcla a quienes consolidan la parte superior de las murallas perimetrales. La hora avanza, el tiempo no se detiene; el trabajo debe continuar.
Con el agua casi cubriendo su cuerpo, las trabajadoras más jóvenes, retiran desde la raíz el excedente de plantas que cubren parte del Huachaque grande del palacio de Tschudi, conjunto amurallado denominado en la actualidad como Nik An. En el monumento de barro, capital de la civilización Chimú, hoy Patrimonio Mundial de la Humanidad, existen alrededor de sesenta mujeres, antes dedicadas a los quehaceres del hogar, ahora convertidas en potenciales conservadoras, especialistas en monumentos de tierra. Trabajando a la par con sus compañeros.
¿Sexo débil? Ni que hablar. Basta contemplar sólo unos minutos su trabajo “en la tierra, en el cielo o en el agua” para darnos cuenta de su fortaleza; su empeño es el mismo en cualquier espacio, no pierden su feminidad, por el contrario incrementan su maternidad. Un periodista le pregunta a una mujer que trabaja en la conservación de Chan Chan qué siente por el monumento, ella responde: “Lo quiero como a mi marido porque me da de comer. Y como a mi hijo, porque lo ayudo a crecer”.
Las acciones de conservación iniciadas a finales del 2006, con la creación de la Unidad Ejecutora 110, permiten generar nuevas fuentes de empleo, motivo también para incluir a la mujer en acciones que antes estuvo casi relegada. Un curso de conservación – de valor oficial – permitió su capacitación; 6 meses de estudios teóricos prácticos y casi 2 años de experiencia en campo – bajo la mirada atenta de los expertos – permiten que ellas, hoy por hoy, asuman un oficio digno de admiración: “conservadoras de barro”, de nuestro barro, de nuestra historia, de nuestro futuro.
Las mujeres, asumen su trabajo con una visión diferente, tienen mística, y un sentido de competencia más elevado, asumen el trabajo con una mayor responsabilidad, casi nunca faltan, en realidad nunca faltan. Palmean las cabeceras de los muros con barro fresco, figura que les evoca “talquear” el cuerpo frágil de sus críos. Han descubierto una nueva vocación, valoran su trabajo y lo comparten en casa con el que antes fue un “emisor/dictador” (sólo el varón hablaba del trabajo, la mujer escuchaba en actitud pasiva).
“Él me escucha – dice una de ellas- y le interesa lo que le cuento, hablo hasta por los codos. Ahora comparto los gastos del hogar, hasta me pide propina como yo lo hacia antes” – sonríe, como delatando una broma. En el Perú, no existe una escuela de conservadores en barro. Un buen número de estos profesionales se forma en el mismo campo de batalla. La consigna de salvar Chan Chan implica para la Unidad Ejecutora 110, que dirige el historiador liberteño Cristóbal Campana, aumentar el número de conservadores en el Complejo Arqueológico.
Campana, propuso capacitar a pobladores que viven en las inmediaciones del monumento y convencerlos de que ha llegado el momento de trabajar por la recuperación de nuestro legado histórico. Actualmente, estas mujeres, no sólo ven en Chan Chan una fuente de ingresos, sino y lo que es más valioso, se han comprometido en volver a la vida nuestro barro erguido. De acuerdo a la aprobación de los proyectos de conservación que ha elaborado la Unidad Ejecutora 110 para la recuperación de Chan Chan; es posible, que en los próximos meses se incorporen potenciales conservadoras.
El objetivo es integrar a las amas de casa en las acciones de recuperación de nuestro legado cultural, es además involucrar a la mujer en tareas en las que casi siempre permaneció relegada. Si bien, el piso aún no está parejo, aunque existe incluso una ley de igualdad de oportunidades, en la realidad las cosas distan mucho de haber conseguido dicho propósito en la equidad de género. Programas como éste apuntan a equilibrar la balanza de la igualdad de condiciones con oportunidades dignas.
La mujer peruana es a menudo cabeza de hogares incompletos, dirigente barrial o campesina, madre del vaso de leche o exitosa profesional. Solo el 2% de las mujeres ocupan altos cargos políticos. Las mujeres son casi el 51% de la población y cubren más del 66% de las horas de trabajo del planeta, sin embargo, solo reciben un décimo del total de ingresos. La ecuación, sin duda, ha variado, pero la desproporción sigue. Su condición sólo exige más oportunidades, para alcanzar la meta.
Tal vez la labor de la Unidad Ejecutora 110 no cambie dichas cifras; tal vez, el indicador, mantenga su desproporción. Sin embargo, para las trabajadoras de Chan Chan, dichas cifras les son ajenas; sienten que en su propio barro, esencia que les da vida, han encontrado su inclusión.
Suben escalón tras escalón, en contados segundos se encuentran a más de 8 metros de altura sobre una escalera de eucalipto. Se detienen, en una mano sostienen su vida; en la otra, sostienen nuestra historia. Un pequeño balde de pintura contiene la mezcla bendita de su propia naturaleza: ¡Barro!; con él, resanan las heridas ocasionadas por las lluvias en las enormes murallas. Una, dos, tres horas después estas amas de casa, hoy conservadoras de Chan Chan, continúan en la misma acción, con la misma fuerza de la que sólo es posible una mujer. Sin temor.
En tierra. Con la fuerza de sus brazos y apoyadas sobre las ruedas de una carretilla - En otro sector de Chan Chan- una cuadrilla de mujeres acarrea adobes, la distancia es la misma que para los hombres, el peso y la carga no difieren por su sexualidad. En el cielo, rozando las nubes, sobre un enorme muro Chimú, otro grupo de mujeres abastece de mezcla a quienes consolidan la parte superior de las murallas perimetrales. La hora avanza, el tiempo no se detiene; el trabajo debe continuar.
Con el agua casi cubriendo su cuerpo, las trabajadoras más jóvenes, retiran desde la raíz el excedente de plantas que cubren parte del Huachaque grande del palacio de Tschudi, conjunto amurallado denominado en la actualidad como Nik An. En el monumento de barro, capital de la civilización Chimú, hoy Patrimonio Mundial de la Humanidad, existen alrededor de sesenta mujeres, antes dedicadas a los quehaceres del hogar, ahora convertidas en potenciales conservadoras, especialistas en monumentos de tierra. Trabajando a la par con sus compañeros.
¿Sexo débil? Ni que hablar. Basta contemplar sólo unos minutos su trabajo “en la tierra, en el cielo o en el agua” para darnos cuenta de su fortaleza; su empeño es el mismo en cualquier espacio, no pierden su feminidad, por el contrario incrementan su maternidad. Un periodista le pregunta a una mujer que trabaja en la conservación de Chan Chan qué siente por el monumento, ella responde: “Lo quiero como a mi marido porque me da de comer. Y como a mi hijo, porque lo ayudo a crecer”.
Las acciones de conservación iniciadas a finales del 2006, con la creación de la Unidad Ejecutora 110, permiten generar nuevas fuentes de empleo, motivo también para incluir a la mujer en acciones que antes estuvo casi relegada. Un curso de conservación – de valor oficial – permitió su capacitación; 6 meses de estudios teóricos prácticos y casi 2 años de experiencia en campo – bajo la mirada atenta de los expertos – permiten que ellas, hoy por hoy, asuman un oficio digno de admiración: “conservadoras de barro”, de nuestro barro, de nuestra historia, de nuestro futuro.
Las mujeres, asumen su trabajo con una visión diferente, tienen mística, y un sentido de competencia más elevado, asumen el trabajo con una mayor responsabilidad, casi nunca faltan, en realidad nunca faltan. Palmean las cabeceras de los muros con barro fresco, figura que les evoca “talquear” el cuerpo frágil de sus críos. Han descubierto una nueva vocación, valoran su trabajo y lo comparten en casa con el que antes fue un “emisor/dictador” (sólo el varón hablaba del trabajo, la mujer escuchaba en actitud pasiva).
“Él me escucha – dice una de ellas- y le interesa lo que le cuento, hablo hasta por los codos. Ahora comparto los gastos del hogar, hasta me pide propina como yo lo hacia antes” – sonríe, como delatando una broma. En el Perú, no existe una escuela de conservadores en barro. Un buen número de estos profesionales se forma en el mismo campo de batalla. La consigna de salvar Chan Chan implica para la Unidad Ejecutora 110, que dirige el historiador liberteño Cristóbal Campana, aumentar el número de conservadores en el Complejo Arqueológico.
Campana, propuso capacitar a pobladores que viven en las inmediaciones del monumento y convencerlos de que ha llegado el momento de trabajar por la recuperación de nuestro legado histórico. Actualmente, estas mujeres, no sólo ven en Chan Chan una fuente de ingresos, sino y lo que es más valioso, se han comprometido en volver a la vida nuestro barro erguido. De acuerdo a la aprobación de los proyectos de conservación que ha elaborado la Unidad Ejecutora 110 para la recuperación de Chan Chan; es posible, que en los próximos meses se incorporen potenciales conservadoras.
El objetivo es integrar a las amas de casa en las acciones de recuperación de nuestro legado cultural, es además involucrar a la mujer en tareas en las que casi siempre permaneció relegada. Si bien, el piso aún no está parejo, aunque existe incluso una ley de igualdad de oportunidades, en la realidad las cosas distan mucho de haber conseguido dicho propósito en la equidad de género. Programas como éste apuntan a equilibrar la balanza de la igualdad de condiciones con oportunidades dignas.
La mujer peruana es a menudo cabeza de hogares incompletos, dirigente barrial o campesina, madre del vaso de leche o exitosa profesional. Solo el 2% de las mujeres ocupan altos cargos políticos. Las mujeres son casi el 51% de la población y cubren más del 66% de las horas de trabajo del planeta, sin embargo, solo reciben un décimo del total de ingresos. La ecuación, sin duda, ha variado, pero la desproporción sigue. Su condición sólo exige más oportunidades, para alcanzar la meta.
Tal vez la labor de la Unidad Ejecutora 110 no cambie dichas cifras; tal vez, el indicador, mantenga su desproporción. Sin embargo, para las trabajadoras de Chan Chan, dichas cifras les son ajenas; sienten que en su propio barro, esencia que les da vida, han encontrado su inclusión.
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