Soy uno de los privilegiados de haber conocido y valorado la riqueza que encierra la selva amazónica, irrigada por el caudaloso río Amazonas y sus grandes ríos tributarios. Llegué a conocer la selva el segundo lustro de la década del 50 y después de 18 meses en San Martín, mayormente en Tarapoto, quedé cautivado y comprometido conmigo mismo.
Por: Amaro Rodríguez Santillán
La vasta región amazónica peruana por su exuberancia y armonía de todos sus componentes, liderada por las maravillosas cualidades de su gente, cautivan a los visitantes, sin pensar en el uso de alguna pócima mágica, sino por la natural fluidez de acompasadas formas de vida que se amalgaman en algo misterioso, irremediablemente muy atractivo para los que llegan a conocerla. Los colores del arco iris impresionantemente combinados, se reflejan en la flora, en la fauna y en sus habitantes y en su conjunto tejen invisibles e inmensas telas de araña, atrapan los nobles sentimientos de las personas que saben apreciarla y caen rendidos y cautivados por esos potenciales escondidos.
Soy uno de los privilegiados de haber conocido y valorado la riqueza que encierra la selva amazónica, irrigada por el caudaloso rio Amazonas y sus grandes ríos tributarios. Llegué a conocer la selva el segundo lustro de la década del 1950 y después de 18 meses en San Martín, la mayor parte en Tarapoto, quedé cautivado y comprometido conmigo mismo, a retornar tal como lo hice al presentarse la oportunidad laboral. Al llegar a Tarapoto y desplazarme por los más pequeños pueblos, me sorprendió e impactó la sencillez, la honestidad hospitalaria de sus gentes.
Más la cristalina sinceridad que encerraba el comportamiento y espontáneamente generaba una natural amistad con los visitantes, que me hizo reflexionar y comparar con otras poblaciones de la costa y la sierra. Después de la región San Martín trabajé en pueblos de la región Cajamarca, en otros de la provincia de Sánchez Carrión, en pueblos de Otuzco, otros pueblos cerca de las provincias de Corongo, Pallasca y Cabana en la región Ancash, en esos lugares observé y sentí el recelo y la desconfianza de sus moradores.
Analizando ese comportamiento comprendí que son comunidades históricamente depredadas en sus valores comunales al haber sido víctimas desde la época de los españoles, con groseros engaños y continuado por peruanos criollos acostumbrados abusar con la ignorancia de la gente débil, hecho que avergüenza a nuestra sociedad. Personalmente me siento bendecido por el Señor por tener como esposa a una loretana y a mis dos primeras hijas, que sienten orgullo de su tierra natal Iquitos, donde como todos los pueblos guardan recuerdos de la natural alegría por vivir y compartir la inquietud de la infancia.
La picardía de huambrillas (adolescentes) y conocer algunos misterios que encierra la región como a la existencia de los yacurunas (hombres de agua) que habitan en los ríos.
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