martes, 13 de enero de 2009

SOY UNA MONEDA, ¡PERO NADIE ME QUIERE…!

Me dijeron que sería usada como medida común para el precio de algunas cosas. Que cada día pasaría de mano en mano y la gente me protegería mucho, de manera que estaría siempre cerca de mi dueño. Pero, me engañaron. Nada de eso ocurre. Creo que se equivocaron conmigo.

Por: Freddy Gálvez Delgado

Soy una pieza de metal. Estoy acuñada en forma de disco. Me presento en dos colores. Un llamativo plateado brillante o fulgurante dorado. Por un lado, luzco un hermoso e imponente escudo. Ese que se exhibe con orgullo en la bandera de mi país. Alrededor figura, en alto relieve, la inscripción Banco Central de Reserva del Perú. Al reverso, consta el número uno o el cinco y en la parte inferior, dice céntimos. Ese dato constituye mi valor efectivo. Como puede comprobarse, mi forma y figura son atractivas.

Me dijeron que sería usada como medida común para el precio de algunas cosas. Que cada día pasaría de mano en mano y la gente me protegería mucho, de manera que estaría siempre cerca de mi dueño. Pero, me engañaron. Nada de eso ocurre. Creo que se equivocaron conmigo. Una persona me recibe. Enseguida me escoge entre otras más grandes, que son demasiado viejas y me abandona por cualquier lugar. Si alguien quiere cancelar conmigo en una tienda o cualquier establecimiento comercial, no me reciben.

No sirvo para comprar nada. Y lo que es peor, cuando llego a las manos de un cobrador de micro o una combi, me arrojan cruelmente a la pista, donde termino por fundirme con el asfalto. A pesar de representar ciertas cantidades de dinero, no despierto interés en nadie. Simplemente, no me quieren. Me he enterado que otras monedas como yo, han sido transformadas en aretes, prendedores o pulseras y que tienen cierta demanda.

Pero, no me gustaría ser como ellas. Prácticamente fueron asesinadas para grabar sobre su cuerpo. No deseo tener ese triste final. Sin embargo, hay algo que me sorprende y siempre me hace pensar mucho. ¿Cómo es posible que se haya invertido tanto en confeccionarnos, para finalmente no ser utilizadas…?

En fin, son esas cosas raras de los hombres que jamás llegaré a entender. Por último, no sé qué será de mí, en el futuro. Dónde terminaré mis días. Sólo tengo la miserable impresión de ser un elemento inservible. ¡Soy una lástima…! ¡Nadie me quiere…!

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