martes, 4 de junio de 2019

Nunca antes el término congresista fue tan peyorativo a causa de rufianes

Mientras que en el país una población en alto porcentaje vive sumido en la pobreza y extrema pobreza, los congresistas rufianes claman por aumento de sueldo en insultante actitud, que solo demuestra voracidad propia de aves de rapiña para comerse hasta el despojo, de quienes trabajan en afán de construir la grandeza de nuestra patria.

Por: Amaro Rodríguez Santillán

La desnaturalización y des valoración del término congresista en nuestro país, fue tan inmenso a causa de rufianes que viven del engaño y la mentira al pueblo que los eligió, a tal punto se ser calificados con términos peyorativos por la ciudadanía, que se da cuenta de sus maniobras legislativas en conexión con actividades delictivas. Para esta laya de congresistas impregnados de una aureola de corrupción, donde ni siquiera se asoma un atisbo de vergüenza porque lo desconocen, constituyen parte de la clase política envilecida en el Perú.

Sí que es una vergüenza para la comunidad internacional, al tener el Perú una sucesión de presidentes de la República, responsables de peculado y sin eufemismo, responsables de cuantiosos robos del dinero público. Mientras que en el país una población en alto porcentaje vive sumido en la pobreza y extrema pobreza, los congresistas rufianes claman por aumento de sueldo en insultante actitud, que solo demuestra voracidad propia de aves de rapiña para comerse hasta el despojo, de quienes trabajan en afán de construir la grandeza de nuestra patria.

Hoy al congresista por culpa propia de los rufianes, la gente honesta lo mira y los tilda con términos despreciables y en manifestaciones públicas piden el cierre del Congreso de la República, para extirpar este tumor maligno que corroe los esfuerzos del pueblo peruano para alcanzar el mayor bienestar de la población. Ahora ser congresista, a causa de la denigrante actuación de específicos parlamentarios, ya no es un honor, por estar estigmatizado con cualquier epíteto que resulta ser un insulto.

A decir de antiguos campesinos, son como estropajo o mejor como suaderos de burro, sudaderos que son mantas que se impregnan del sudor y malos olores, se colocan entre las costillas y el cojín y el sillón de los burros para sostener la carga.

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