Pareciera que se quiere que nuestra economía no se consolide y por el contrario sucumba ante la tormenta económica que ha puesto en zozobra a países como Estados Unidos, China, y gran parte de Europa, y nos afecte de tal manera que el peruano de a pie se vea ahorcado en sus expectativas.
Por: Américo Solís Medina
No necesariamente uno tiene que estar de acuerdo con todo lo que diga el presidente García, cuando tiene oportunidad, y si que las tiene, porque es un hombre que no descansa ya que lo vemos hasta los fines de semana trepando cerros, inaugurando puentes, supervisando obras, etc., al menos es a lo que nos tiene acostumbrado desde que asumió su segundo gobierno. Quizás, tampoco coincidamos con el estilo que tenga para gerenciar el país.
Sin embargo, en lo que si coincidimos plenamente con él es cuando señala que sus adversarios ocasionales y permanentes están siempre al acecho buscando desmerecer su gestión, creando así una sensación de que nuestro país va camino al despeñadero, empujado por quienes alientan el desorden y el caos, dando la impresión que lo que se busca es que fracase en su gran responsabilidad de guiar los destinos del país por el camino de bienestar y desarrollo.
Cada acción que ejecuta el gobierno es siempre sensible a la critica, no sólo de políticos, sino de los que se llaman analistas, politólogos, especialistas en todas las materias que se sienten con autoridad para hacerlo, sin embargo, muchas veces, sus puntos de vista, responden a intereses que no son precisamente los de nuestro país, sino los de una casta que mantiene códigos definidos cuando de criticar al gobierno se trata. No hay día que no aparezca una crítica.
No nos referimos a críticas con argumentos sólidos, que obviamente son respetables y hay que tomar en cuenta, sino a las que no tienen sustento alguno y que en lugar de aportar a los espacios de debate que siempre se dan en una democracia como la nuestra, generan una perdida de valioso tiempo y responden, en unos casos a posiciones extremistas y en otros a voces de sectores políticos que sólo buscan, estimulados quizás por las encuestas, recuperar el espacio político con miras al 2011.
Pareciera que se quiere que nuestra economía no se consolide y por el contrario sucumba ante la tormenta económica que ha puesto en zozobra a países como Estados Unidos, China, y gran parte de Europa, y nos afecte de tal manera que el peruano de a pie se vea ahorcado en sus expectativas. Por qué no nos ponemos a pensar que este gobierno terminará en dos años y lo sucederá otro que heredará lo bueno y lo malo que haya hecho el presente, y que de todos nosotros depende que continuemos creciendo, no sólo en lo económico sino en lo solidario, en lo tolerante y en lo moral.
Ya es tiempo que los políticos demuestren una humildad muchas veces ajena a ellos y no sólo piensen en sus propios intereses, aunque esto resulta inimaginable. Creo que con García existe una suerte de mezquindad de parte de sus detractores que se resisten a reconocer que el buen discípulo de Haya de la Torre no lo está haciendo mal a vista de los indicadores económicos y del énfasis que ha puesto en la descentralización, en la generación de más obras sociales y en una mayor inversión.
Como dijo el presidente hace algunos días, el Perú no necesita a peruanos que bajen los brazos ante el primer problema, menos aún a los políticos que están esperando que el Perú se hunda para atender su voracidad política, y es que el político tradicional siempre va a ser eso, tradicional, acomplejado, voluble, mediático, calculador y con un marcado culto al ego. Acabemos con esta absurda guerra entre peruanos. Dejemos gobernar a quien fue elegido democráticamente, que el turno de los que ahora critican su gestión en algún momento llegará.
Por: Américo Solís Medina
No necesariamente uno tiene que estar de acuerdo con todo lo que diga el presidente García, cuando tiene oportunidad, y si que las tiene, porque es un hombre que no descansa ya que lo vemos hasta los fines de semana trepando cerros, inaugurando puentes, supervisando obras, etc., al menos es a lo que nos tiene acostumbrado desde que asumió su segundo gobierno. Quizás, tampoco coincidamos con el estilo que tenga para gerenciar el país.
Sin embargo, en lo que si coincidimos plenamente con él es cuando señala que sus adversarios ocasionales y permanentes están siempre al acecho buscando desmerecer su gestión, creando así una sensación de que nuestro país va camino al despeñadero, empujado por quienes alientan el desorden y el caos, dando la impresión que lo que se busca es que fracase en su gran responsabilidad de guiar los destinos del país por el camino de bienestar y desarrollo.
Cada acción que ejecuta el gobierno es siempre sensible a la critica, no sólo de políticos, sino de los que se llaman analistas, politólogos, especialistas en todas las materias que se sienten con autoridad para hacerlo, sin embargo, muchas veces, sus puntos de vista, responden a intereses que no son precisamente los de nuestro país, sino los de una casta que mantiene códigos definidos cuando de criticar al gobierno se trata. No hay día que no aparezca una crítica.
No nos referimos a críticas con argumentos sólidos, que obviamente son respetables y hay que tomar en cuenta, sino a las que no tienen sustento alguno y que en lugar de aportar a los espacios de debate que siempre se dan en una democracia como la nuestra, generan una perdida de valioso tiempo y responden, en unos casos a posiciones extremistas y en otros a voces de sectores políticos que sólo buscan, estimulados quizás por las encuestas, recuperar el espacio político con miras al 2011.
Pareciera que se quiere que nuestra economía no se consolide y por el contrario sucumba ante la tormenta económica que ha puesto en zozobra a países como Estados Unidos, China, y gran parte de Europa, y nos afecte de tal manera que el peruano de a pie se vea ahorcado en sus expectativas. Por qué no nos ponemos a pensar que este gobierno terminará en dos años y lo sucederá otro que heredará lo bueno y lo malo que haya hecho el presente, y que de todos nosotros depende que continuemos creciendo, no sólo en lo económico sino en lo solidario, en lo tolerante y en lo moral.
Ya es tiempo que los políticos demuestren una humildad muchas veces ajena a ellos y no sólo piensen en sus propios intereses, aunque esto resulta inimaginable. Creo que con García existe una suerte de mezquindad de parte de sus detractores que se resisten a reconocer que el buen discípulo de Haya de la Torre no lo está haciendo mal a vista de los indicadores económicos y del énfasis que ha puesto en la descentralización, en la generación de más obras sociales y en una mayor inversión.
Como dijo el presidente hace algunos días, el Perú no necesita a peruanos que bajen los brazos ante el primer problema, menos aún a los políticos que están esperando que el Perú se hunda para atender su voracidad política, y es que el político tradicional siempre va a ser eso, tradicional, acomplejado, voluble, mediático, calculador y con un marcado culto al ego. Acabemos con esta absurda guerra entre peruanos. Dejemos gobernar a quien fue elegido democráticamente, que el turno de los que ahora critican su gestión en algún momento llegará.
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