Sufrió en carne propia los duros años de la violencia terrorista, y como cabeza de la Iglesia en una de las zonas más golpeadas por la subversión fue uno de los más visibles críticos. En 1983 publicó una Carta pastoral –aprobada el 28 de octubre de aquel año, de cuya lectura se concluye que el sacerdote franciscano no sé calló ante el terror.
El día de hoy, a las 88 años de edad, falleció en el Hospital Edgardo Rebaglati de Lima monseñor Federico Richter Fernández-Prada OFM, sacerdote de la Orden Franciscana, arzobispo emérito de Ayacucho, propulsor de los estudios histórico-franciscanos e hijo ilustre de la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú. Sus restos se velan en la Capilla de El Milagro, en el Convento de San Francisco de esta ciudad. Monseñor Richter nació el 14 de diciembre de 1922 en la ciudad de Huanta (Ayacucho).
Ingresó a la Orden de los Frailes Menores el 28 de enero de 1940 y cursó sus estudios sacerdotales en la “Casa de Estudios de la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú” con sede en el Convento de La Recoleta, en la ciudad del Cusco. Hizo su profesión solemne el 30 de enero de 1944 y recibió su ordenación sacerdotal el 13 de julio de 1946. Desde esa fecha, desempeñó el sacerdocio en la diócesis de Huamanga (Perú), donde ocupó diversos cargos en la pastoral parroquial, la enseñanza y en la formación sacerdotal, posteriormente en Cusco, como formador y en Lima, primero custodio y después, en dos ocasiones, como ministro provincial.
El 12 de abril de 1973 fue nombrado Obispo Titular de Thucca en Numidia y Obispo auxiliar de Piura y Tumbes, recibiendo la ordenación episcopal el 17 de mayo de aquel año. El 20 de septiembre de 1975 fue nombrado Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Ayacucho, de la que posteriormente llegó a ser su Arzobispo, el 20 de noviembre de 1979. El 23 de noviembre del año 1991 se retira del cargo y es nombrado Arzobispo emérito de Ayacucho. Monseñor Federico Richter, sufrió en carne propia los duros años de la violencia terrorista, y como cabeza de la Iglesia en una de las zonas más golpeadas por la subversión fue uno de los más visibles críticos.
En 1983 publicó una Carta pastoral –aprobada el 28 de octubre de aquel año, de cuya lectura se concluye que el sacerdote franciscano no sé calló ante el terror: “Sentimos hondamente y nos preocupa el actual estado de cosas que vivimos en nuestro país, al que amamos y servimos desde nuestro ángulo religioso, sacerdotal y episcopal, nunca pretendiendo invadir terrenos que no son nuestros, o tomar posturas políticas que no son consonantes con nuestra vocación y consagración”, señaló en su misiva.
“Escribimos especialmente esta carta a nuestro Clero y fieles de esta Arquidiócesis, confiada por el Santo Padre a nuestro cuidado pastoral, ya que nuestro servicio nos pide que guardemos, defendamos y comuniquemos la verdad, sin reparar en sacrificios y sufrimientos por el Evangelio, a fin de conseguir que Dios sea todo en todos”, concluye. Monseñor Richter fue además un acucioso investigador de la Historia del Perú, en especial de los orígenes y labor de la Orden de los Frailes Menores desde la época Virreinal.
Entre sus publicaciones se encuentran: “Los franciscanos en la evangelización del Perú en los siglos XVI, XVII y XVIII”, “Presencia franciscana en el Perú en los siglos XVI al XX”, entre otros ensayos y artículos de divulgación. Fue fundador del Instituto de Estudios Histórico-Franciscanos y se desempeñó por cuatro períodos como presidente de la Comisión Episcopal para los bienes culturales de la Iglesia, cargo que venía ejerciendo hasta el momento de su fallecimiento.
El ministro provincial de la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú, Fr. Emilio Carpio Ponce OFM, lamentó el deceso de monseñor Federico Richter, expresó sus condolencias a los familiares y destacó su labor pastoral e intelectual, en la que demostró su humildad y sencillez como buen franciscano.
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