Los amigos de lo ajeno están bailando en un pie, lograron su cometido: hacer que saquen a un correcto oficial. La delincuencia se organiza, tienen abogados, forman movimientos, marcan sus territorios, utilizan a menores de edad pues la ley no los puede sancionar como debería. ¿Y las autoridades?
Por: Enrique Benites Delgado
En nuestra ciudad se ha presentado un caso que llama poderosamente la atención. Estupefactos hemos visto el caso de los “testigos sin rostro”, o sea que llevan pasamontañas para que no sean reconocidos y puedan declarar y acusar, en este caso, contra el Coronel Elidio Espinoza Quispe, para quien un fiscal ha pedido cadena perpetua. ¿Cómo? Sí, señor. Aunque usted no lo crea. Quieren sancionarlo, meterlo preso, por limpiar nuestra ciudad de gente sin escrúpulos y ni una pizca de respeto por la vida.
Lo que es peor aún con enmascarados. ¿Cómo sancionarlo en base a declaraciones de unos NN? ¿Cómo poder luchar contra la delincuencia si se les permite no ser identificados dejando sin oportunidad para poder defenderse de estos encapuchados? Esta figura no enaltece, ni fortalece un debido proceso ni la democracia, menos aún a la justicia. Es indignante que la chilla, la bulla de familiares, amigos, muchos de los cuales también estarían metidos en actos ilícitos, y hasta cómplices, prospere y se maltrate a un buen oficial, al cual toda la población lo apoya, lo respeta y lo respalda.
Mucho se dice que las bandas delincuenciales harían jugosas bolsas para los altos mandos. Por ello nos preguntamos ¿Cómo es que no pueden dar con los cabecillas de estas bandas? ¿No tienen inteligencia? ¿Por temor o por lo manifestado anteriormente? Los amigos de lo ajeno están bailando en un pie, lograron su cometido: hacer que saquen a un correcto oficial. La delincuencia se organiza, tienen abogados, forman movimientos, marcan sus territorios, utilizan a menores de edad pues la ley no los puede sancionar como debería. ¿Y las autoridades? Cada uno por su cuenta.
Para impartir una mejor justicia debería ser al contrario, los operadores de justicia, las instituciones que tienen la responsabilidad de aplicarla, de sancionar a quienes hayan delinquido deberían de tener todas las facilidades y medios para cumplir a cabalidad su función. Los legisladores, o quienes hayan propiciado esta Ley, deberían repensarlo, por ejemplo: en casos de mayor gravedad, sean los jueces los que deberían ser protegidos y puedan sancionar sin temor a ser objetos de represalias. En el historial de procesos y sanciones a narcotraficantes o asesinos avezados, muchos son los jueces y fiscales que han caído asesinados.
¿Por qué no usan ellos las capuchas en lugar de los testigos de los delincuentes? No sé cómo nace esta Ley. Quién la impulsó se copió de algún país de las maravillas, más, aún, en esos países ya están revisando ese tipo de Ley para dejarlas sin efecto. Lamentablemente, en nuestro país se copian tarde y debe ser al contrario. Señores, para el crimen no debe de haber tolerancia, caso contrario ganará. Lo que acaba de suceder en Lima, casi asesinan a la hija de un congresista, es una señal para ver hasta dónde llegan los niveles de inseguridad.
Por otro lado, las penas dan motivo para pensar: al “Soli”, asesino comprobado, lo condenan a 30 años de prisión, otros delincuentes a 15, o 10 años, a Antauro Humala le rebajan la sanción a 18 – y como va la cosa, quizás sea nada- y a quien ha tratado de limpiar a nuestra sociedad de delincuentes le piden cadena perpetua. Oiga ¿en qué país estamos? Es de suma urgencia que los legisladores revisen el Nuevo código Procesal Penal en serio, y deroguen el artículo de marras.
Que se modifiquen las penas. Que el plazo para investigación sea mayor y no de un solo día. Que se sancione a los adolescentes que infringen gravemente la Ley. Que se eliminen los beneficios para cualquier acto delictivo. Hay que poner mano fuerte. Dejémonos de tanta literatura de ensueño. Ojalá suceda esto, la seguridad y la población lo exigen. ¡No a los testigos sin rostro!
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