Seminaristas iniciaron su año académico

“Vamos a pedir por todos los seminaristas, todo el cuerpo de docentes y formadores. Que el Señor los ilumine, fortalezca y guie para que ese llamado que sienten, el Señor lo fortalezca y solidifique, para gloria de Dios, de la Iglesia y de ustedes”, expresó el Mons. Miguel Cabrejos Vidarte.

Con una Solemne Misa presidida por el Arzobispo de Trujillo y Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, Mons. Miguel Cabrejos Vidarte OFM., se dio inicio al Año Lectivo 2018, en el Seminario Mayor Arquidiocesano San Carlos y San Marcelo de Moche. La Eucaristía estuvo concelebrada por el rector, formadores de este seminario y sacerdotes de la Arquidiócesis de Trujillo. Participaron en ella, los seminaristas, profesores, bienechores y amigos, en el Santuario del Señor de la Divina Misericordia.

Durante la Misa, el Arzobispo pidió a Dios por la formación sacerdotal en este seminario: “Vamos a pedir por todos los seminaristas, todo el cuerpo de docentes y formadores. Que el Señor los ilumine, fortalezca y guie para que ese llamado que sienten, el Señor lo fortalezca y solidifique, para gloria de Dios, de la Iglesia y de ustedes”, expresó el pastor arquidiocesano. Además dio un sincero agradecimiento al rector, formadores, a los sacerdotes, madrinas y bienhechores que colaboran permanentemente con los futuros sacerdotes de la Iglesia.

Actualmente son 50 los jóvenes seminaristas que darán inicio al presente año lectivo, todos ellos provenientes de las jurisdicciones eclesiástica de Cajamarca, Carabayllo, Huamachuco, San Ramón, Huaraz y Trujillo. Asimismo, de dos congregaciones religiosas: Agustinos y de los Misioneros de Santa María, Madre de Dios. Como parte de la tradición, la ceremonia de Apertura culminó con el canto a la Virgen María y posterior fotografía en el frontis del Seminario Mayor San Carlos y San Marcelo de Moche.

Como se sabe, un seminarista recibe 8 años de formación integral, espiritual, intelectual y humana, para así responder a las exigencias de nuestros tiempos. Tras ello, es ordenado por su Obispo como diácono y posteriormente como sacerdote, para finalmente ser enviado donde la Iglesia lo requiere.