Aprender a leer y
escribir es una tarea compleja, pero aprender a leer y escribir mediante clases
virtuales, es todo un reto. A este desafío se enfrentaba Úrsula y su hijo Romel
de 6 años, quien por primera vez iba a cursar un año escolar de manera virtual,
sin más herramientas que un celular, la radio y el amor incondicional de su
madre.
Úrsula Rodríguez Burgos es usuaria del
programa Juntos desde el 2012 y
tiene tres hijos: Janira (13), Reynaldo (12) y el pequeño Romel. Ellos viven en el anexo Nimpana, a unos 337 kilómetros de Trujillo, en el distrito y provincia de
Pataz. El anexo Nimpana es un valle
frutícola ubicado en la ceja de selva, entre el límite de La Libertad con el departamento de San Martín. Debido a la lejanía de su vivienda, la señal de
internet no se capta fácilmente para seguir las clases de Aprendo en Casa.
Por
ello, Úrsula y Romel tienen que salir todos los días desde muy temprano, para buscar
a unas cuadras de su vivienda, el punto exacto en donde captar la señal, como
si estuvieran buscando un destello de luz en medio de las tinieblas. Cuando al
fin logran escuchar algo, Úrsula toma apuntes y comenta la clase con su hijo. Luego
regresan a casa para plasmar lo aprendido en las tareas escolares. Sin embargo,
al principio Úrsula sentía que el aprendizaje de Romel no era el que deseaba,
así que pidió asesoramiento docente.
Le
recomendaron desarrollar la conciencia fonológica de su hijo, un término que
nunca había escuchado, pero que entendió como una habilidad que permite
reconocer y usar los sonidos del lenguaje hablado. Además, le aconsejaron crear
materiales que pudieran ayudar a su pequeño Romel a entender mejor, así que, junto
a su sobrina, elaboró papelotes con las vocales, consonantes y sílabas, los
mismos que pegó en todas las paredes de la sala de su casa. Úrsula solo pudo
estudiar hasta el tercer grado de primaria. Quizá por ello se empeñó en salvar
todas las adversidades para lograr que su hijo pueda estudiar.
Finalmente,
todo este esfuerzo empezó a dar frutos: Romel empezó a identificar las vocales,
luego las consonantes, después las sílabas más simples como ma, me, mi, mo, mu y siguió con las más
complicadas como tra, tre, tri, tro, tru. Poco después, el pequeño Romel logró
escribir sus primeras vocales y hasta leerlas. Con cada sílaba pronunciada por
Romel, Úrsula sentía que se le hinchaba el corazón de orgullo, no solo por los
progresos de su hijo, sino también, por su éxito como profesora.
Sin
embargo, aún era difícil que Romel leyera palabras completas y comprendiera su
significado. Entonces, aconsejada por una docente, implementó imágenes para
lograr que el niño relacione los sonidos con su entorno. Así, con figuras de
animales y dibujos improvisados, Romel finalmente empezó a leer y escribir. Su
primera palabra fue mamá, luego papá y así siguió. Esto significó un logro tan
celebrado como el día que dio sus primeros pasos. “¡Yo me sentía feliz de que
mi chiquitacho estuviera aprendiendo!”, recuerda con emoción esta orgullosa
madre.
Algo
que Úrsula aprendió en el programa Juntos, es que la alimentación balanceada es
básica para que los niños puedan desarrollarse intelectualmente y aprender. Por
eso, alimenta a sus hijos con verduras y menestras, además de darles sulfato
ferroso, a fin de protegerlos de la anemia. Ahora, luego de meses de arduo y
amoroso esfuerzo, el pequeño Romel ya pronuncia y escribe las palabras con
corrección y va afianzándose en sus lecciones escolares.
Sin
duda los tiempos de pandemia han sido duros, pero gracias a ella, los padres y
madres responsables como Úrsula, pudieron asumir una función más activa en la
educación y el desarrollo de sus hijos. Y Romel, sin duda, se lo agradecerá.
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