sábado, 10 de noviembre de 2007

PENA CAPITAL Y ORDEN

En el caso de los condenados a muerte, el informe llega a las redacciones de los medios mencionando únicamente los nombres de los sentenciados. Nada más. No se consignan más datos, fechas, ni horas. Transcurren varios meses para que el organismo correspondiente reporte que la ejecución se realizó tres o cuatro semanas antes.

Por: Freddy Gálvez Delgado


A fines del pasado mes de agosto las agencias noticiosas del mundo informaron la ejecución simultánea de tres reclusos en Japón. La horca terminó con sus vidas. Hace unos días, nos enteramos que un peruano está apunto de ser condenado a la misma sanción. La pena capital figura en el código penal del país de los cerezos desde hace cien años, exactamente desde 1907 y, contra todo lo imaginado, cuenta con el amplio apoyo de la población. El año pasado se batió el record de ejecuciones de las dos últimas décadas al condenarse a muerte a cuarenta y cuatro reos.

Entre los ejecutados en el 2006 figura Chizuo Matsumoto (51), acusado de concebir la idea de esparcir gas sarin en la cadena de dieciocho coches del metro de Tokio, en l995, que ocasionó decena y media de muertos, aparte de los heridos. Kaoru Kobayashi (38), asesinó cruelmente a una niña de siete añitos en Nara, antigua capital del imperio y pagó con su vida el execrable hecho, también en esa oportunidad. Hay una notable diferencia entre las leyes, que no dan tantas prerrogativas a los reos, la forma de vida y las costumbres de Japón y Perú. Somos muy distintos en casi todo.

Para empezar. La prensa no cubre los procesos judiciales. Su ingreso está restringido. Cuando informan sólo adjuntan a la escueta nota un dibujo del reo en el tribunal. No se toma, ni edita una sola foto. Menos aún, se filma. En el caso de los condenados a muerte, el informe llega a las redacciones de los medios mencionando únicamente los nombres de los sentenciados. Nada más. No se consignan más datos, fechas, ni horas. Transcurren varios meses para que el organismo correspondiente reporte que la ejecución se realizó tres o cuatro semanas antes.

Se evita así que la prensa sensacionalista haga el seguimiento del caso indicando el día, el instante o el lugar en que se cumplirá la pena. El proceso es conducido con tal prudencia que el ministerio de Justicia no comunica a los parientes, ni siquiera a los propios reclusos el instante en que van a ser colgados de una soga. Todo es reservado. Kyodo, la agencia local de noticias nipona, informó hace poco que, en los actuales momentos, un centenar de presos esperan en el llamado “corredor de la muerte” la hora en que serán conducidos al cadalso.

A pesar de la protesta de algunas Ongs y grupos de oposición, la pena capital se mantiene y supervive en Japón por el amplio respaldo que le otorga la población, según las encuestas. Sobre todo cuando se trata de crímenes crueles y delitos probados. Claro que la honestidad, responsabilidad, eficiencia e imparcialidad de poder judicial jamás es puesta en duda como en el Perú. No es necesario. La sociedad deposita plenamente su confianza en ese supremo e insobornable organismo.

Los japoneses están convencidos que la pena capital contribuye a mantener la seguridad, estabilidad y orden en la sociedad. Y no se equivocan. El índice delincuencial es ese país es muy inferior al que existe en nuestro medio, pese a que su población es casi cuatro veces mayor que la nuestra. Por lo demás, no hay que olvidar que Japón es considerado como un ejemplo de civilización en todo el orbe. ¿Alcanzaremos nosotros esos elevados niveles de justicia algún día...? Sólo Dios lo sabe.

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