No al comunismo, no a la derecha, no a cualquier tipo de dictadura. En esos parámetros caben los dos candidatos. Somos un país en crecimiento continuo, somos el único país que no cayó en la crisis económica que sufrió toda América, somos un país con esperanzas, somos casi el único país que crece en el mundo.
Por: Enrique Benites Delgado
A escasos días de la elección de la persona sobre quien recaerá la conducción de nuestro país, las acusaciones, insultos, diatribas, la historia negra, todo lo negativo de cada uno saldrá a relucir cada vez más. Decidirse por quién votar, sí que es muy difícil. En elecciones anteriores se votaba por el “mal menor”, se decía. En esta oportunidad, repito, sí que esto es bien difícil. Ahora se vota con asco, dicen muchos. La candidata y el candidato tienen un pasado y un presente que los vuelve muy difíciles de ganarse la confianza del electorado.
Por más que traten de “limpiar” su imagen, por más que traten de cambiar planes de gobierno, pesa mucho su pasado y presente. La candidata Keiko carga el haber sido parte del gobierno más corrupto de la historia del Perú. Un gobierno involucrado en asesinatos, fraude y robos al erario nacional. En compra de líneas editoriales de la prensa escrita y televisiva. Compartió el poder con su padre dejando de lado a su madre. Estudió en el extranjero con dinero de todos nosotros. Detrás de ella está gran parte del grupo que gobernó con su padre, quien renunció cobardemente desde el Japón ante la evidencia de tanta corrupción.
La Keiko, tanto como Humala, tiene las manos manchadas de sangre. Barrios Altos, la Cantuta, una, y el otro Madre Mía y Andahuaylas. De esto ella ha pedido perdón, a el le falta hacerlo. Que también lo haga. Los dos son actores no directos, más el candidato Humala públicamente reconoció y alentó el vil asesinato de cuatro humildes policías. Es “insurgencia popular”, dijo. Eso traería el “Nuevo socialismo”. Si para llegar al poder es necesario cambiarse de polo, bien vale la pena, “después vendrán las cosas”, dicen los etnocaceristas de a pie que aún confían en él.
El candidato Humala, el “Buen Soldado”, también tiene lo suyo: un pasado lleno de verborrea recalcitrante, agresiva e intolerante, de proponer ideologías trasnochadas. Declarado por boca propia ser seguidor de Hugo Chávez, declarado a su vez Castrista, quien quiere implantar en Latinoamérica el “Socialismo DEL SIGLO XXI”, que no es más que otra cosa que el comunismo que quieren reciclar. ¿No ven detrás de él a todos aquellos comunistas de los años 60?
Ya la historia ha demostrado que esa misma ideología, por más que suene contradictorio, trae violencia, muerte, confiscación, supresión de la democracia y todas las libertades. En el ADN de sus seguidores está inscrita la frustración de no haber sido victoria en ningunos de los países donde quisieron implantarlo. ¿Quieren otro en el Perú? Los dos reconocen que el modelo económico vigente en nuestro país no debe cambiar. Que es necesario hacer algunos ajustes para que llegue a los pueblos más alejados de nuestra geografía. Pero a cuál de ellos es más fácil creerle que lo hará.
Es más difícil decidirse por quién votar para aquellos que en las circunstancias requeridas hemos combatido desde las aulas universitarias y en las calles esos extremos. No al comunismo, no a la derecha, no a cualquier tipo de dictadura. En esos parámetros caben los dos candidatos. Somos un país en crecimiento continuo, somos el único país que no cayó en la crisis económica que sufrió toda América, somos un país con esperanzas, somos casi el único país que crece en el mundo entero.
Solo el desarrollo económico traerá consigo trabajo por lo tanto combatirá la pobreza. ¿Queremos que esto cambie? ¿Qué hacer? ¿Quién garantiza, con todo lo malo que puedan tener, no caer en modelos económicos que han fracasado a través de la historia? Solo un poco de paciencia, analizar bien y decidirse. Difícil ¿No? Que Dios nos proteja. Ah, pero eso sí, viciar el voto o votar en blanco sería peor.
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