Pintor
Fernando Rivas Aquino (1954-2012) en su atelier junto a su obra plástica. "¿Qué
decirle al amigo, ante la cara de los amigos, cuando es la hora melancólica de
hacer maletas y de inclinarse antes de partir? - Jack Kerouac.
Por:
Nivardo Vasni Córdova Salinas / nivardo.cordova@gmail.com
Fotos:
Archivo Fotográfico Fernando Rivas Aquino
Acaba de fallecer el pintor peruano Fernando Rivas Aquino ((1954–2012)
quien no sólo fue un extraordinario artista plástico sino también un ser humano
sensible y generoso. Maestro de maestros, en toda la extensión de la palabra,
ha partido cuando se encontraba en la madurez de su trabajo creativo, siempre
fiel a una pintura naturalista y expresiva, heredero de una tradición de
grandes pintores peruanistas.
Su trabajo pictórico y también su incursión
en la filosofía del arte, desde el ensayo y la estética, no estuvieron exentos
de polémica, pues él nadaba a contracorriente en un medio donde la pintura
“tradicional” levanta sospechas y donde el conceptualismo y el vídeo-arte
acaparan todo el protagonismo. Rivas Aquino, como buen rimense, se mantuvo
firme, pintando paisajes, naturalezas muertas, bodegones, retratos, aun
sabiendo que esto no iba a darle réditos comerciales ni a volverlo un artista
de moda.
Desde el taller y también como profesor
principal en la especialidad de pintura de la Escuela Superior de Bellas Artes “Macedonio de la Torre” (ESBAT),
Rivas fue siempre un artista auténtico, sin requiebros ni facilismos. Su muerte
física cierra un ciclo que iniciaron maestros como Ignacio Merino, Daniel
Hernández y Carlos Baca Flor,
que continuaron José Sabogal y Pedro Azabache y aún persiste con los
maestros Eladio Ruiz Cerna o Tito Monzón, por citar solo algunos
ejemplos.
Pintor
por vocación
Tuve el inmerecido privilegio de
entrevistarlo en varias oportunidades, tanto en Trujillo como en Lima, y de
cultivar una amistad con Fernando Rivas Aquino, cuya personalidad estaba
signada por la modestia, aunque con explosiones de polémica. Gran conversador,
lector empedernido y crítico de arte, vivió siempre en gratitud con sus padres
Arturo Rivas Romero y Sofía Aquino Vargas.
“Ellos apoyaron desde mi infancia toda mi
formación pictórica. Me alentaron desde niño y soy pintor gracias a su
influencia. Mi padre dominaba el dibujo técnico y mi madre era una apasionada
de la artesanía. Fueron mis primeras influencias”, me dijo en una de las
últimas conversaciones que sostuvimos en su casa, en San Juan de Lurigancho,
Lima.
Rivas Aquino se inició a los 10 años de edad
en el aprendizaje de las artes plásticas cuando sus padres decidieron
matricularlo en el taller del maestro Julio
Camino Sánchez. Posteriormente fue descubierto por Carlota Carvallo de Núñez (discípula de José Sabogal y Daniel
Hernández), quien dijo alguna vez “este niño nació para ser pintor porque
tiene facilidad para el manejo del color”.
Desde entonces Rivas dedicó su vida a las
artes plásticas y decidió ingresar a la Escuela
Nacional de Bellas Artes de Lima, de donde egresó en 1985 como uno de los
más destacados de su promoción. Entre sus maestros destacaron el eximio
grabadista cataquense Félix Rebolledo
Herrera, en dibujo, y el maestro Leonel
Velarde en pintura. Rivas Aquino llegó a Trujillo por primera vez en 1994 y
se quedó impresionado por la belleza de la campiña mochera y de centro
histórico.
Años después, en 1999, ganó el primer lugar
en el concurso público para una plaza docente y desde entonces fue profesor de
pintura en la ESBAT, hasta su muerte. Anteriormente ejerció la docencia en las
escuelas de bellas artes de Huaraz, Cusco y Pucallpa. Según opinión del pintor
escocés John Mc Crum, por su
técnica, cromatismo y composición, la pintura de Rivas sigue la línea
estilística de los grandes maestros impresionistas como por ejemplo Van Gogh, Monet, Cezanne y Pissaro.
“Colores bellos, gran técnica, como artista
escocés debo reconocer que Fernando Rivas Aquino es un verdadero talento que
debe ser apreciado por la gente”, escribió Mc Crum. Asimismo el pintor peruano
Juan Ortega opinó: “Óleos bien logrados que nos traen reminiscencias de
Renoir”. Rivas se autodefinía como un “obrero de la pintura”, pero además -como
mencionamos líneas arriba- había incursionado en la filosofía del arte
(estética) y en la reflexión crítica en torno a la función y esencia del arte
en nuestra sociedad.
Publicó una serie de artículos en los diarios
Nuevo Norte y la revista Vea. El diario La Industria reportó varias de sus
declaraciones polémicas. En la década del noventa, Rivas inició en Trujillo un
debate público en defensa de la pintura frente a la proliferación del arte
conceptual, a raíz de que -en su opinión los principales concursos de arte y
salas de exposiciones del país le estaban dando más preferencia a las obras
“conceptualistas”, dejando de la lado a los artistas populares y los que
abordaban temas peruanistas.
“Con estos parámetros, gustos y criterios se
quiere dar preferencia a un minúsculo grupo de `conceptualistas´ que tratan de
ser el non plus ultra de las artes en nuestro país. Los conceptualistas de
videos, instalaciones y multimedia son en realidad las momias vivientes de la
vieja Bauhaus de 1919, combinados con la retórica de la semiótica
conceptualista de los años sesenta y setenta. Se trata de imponer un modelo
cultural utilizado recursos económicos, propagandísticos, etc. para que con el
eslogan de la modernidad, la tecnología, la globalización, puedan criticar,
desprestigiar y destruir nuestra identidad cultural”, señalaba Rivas.
Sin duda, remeció el ambiente y se ganó no
pocos enemigos gratuitos. Para Rivas la estética también era ética. Y fue
consecuente hasta el final. En ese sentido Rivas argumentaba que “la identidad
plástica en Trujillo comenzó con José Sabogal, Pedro Azabache y Eladio Ruiz,
quienes desarrollaron una plástica de contenido nacional; a pesar de la campaña
del silencio, de minimizarlos y destruirlos con el abstracto, la tecnología, el
video, las instalaciones, la globalización.
Pero la identidad peruana existe y existirá
porque el arte se nutre de la fuerza espiritual de cada pueblo y nación. En
2010, entrevisté a Rivas en Lima con ocasión de su décima exposición individual
titulada “Sentimientos” en la sala “José Eulogio Garrido” de la ESBAT. Allí
estaba lo mejor de su propuesta: una pintura directa, colorida, franca, sin
medias tintas, bordeando el impresionismo de forma magistral. Era el producto
de más de veinticinco años de trabajo ininterrumpido.
La muerte de su madre, hace algunos años, y
de su hermana, hace pocos meses, lo habían dejado en medio de una desolación profunda.
Lo encontré en Lima hace un par de meses. Iba de luto, triste, pero -fiel a su
personalidad- me brindó un tiempo para compartir los detalles de lo que iba a
ser su nueva exposición de acuarelas. El arte era la inspiración que lo
mantenía vivo.
La muerte -como a todos nosotros algún día-
le metió un zarpazo y lo sorprendió en el mes de octubre a los 58 años de edad.
Estoy seguro de que falleció en paz, como buen devoto del Señor de los
Milagros. Descansa en paz, Fernando, hermano del alma.
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