jueves, 8 de noviembre de 2012

FERNANDO RIVAS AQUINO, IN MEMORIAM

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Pintor Fernando Rivas Aquino (1954-2012) en su atelier junto a su obra plástica. "¿Qué decirle al amigo, ante la cara de los amigos, cuando es la hora melancólica de hacer maletas y de inclinarse antes de partir? - Jack Kerouac.

Por: Nivardo Vasni Córdova Salinas / nivardo.cordova@gmail.com
Fotos: Archivo Fotográfico Fernando Rivas Aquino

Acaba de fallecer el pintor peruano Fernando Rivas Aquino ((1954–2012) quien no sólo fue un extraordinario artista plástico sino también un ser humano sensible y generoso. Maestro de maestros, en toda la extensión de la palabra, ha partido cuando se encontraba en la madurez de su trabajo creativo, siempre fiel a una pintura naturalista y expresiva, heredero de una tradición de grandes pintores peruanistas.

Su trabajo pictórico y también su incursión en la filosofía del arte, desde el ensayo y la estética, no estuvieron exentos de polémica, pues él nadaba a contracorriente en un medio donde la pintura “tradicional” levanta sospechas y donde el conceptualismo y el vídeo-arte acaparan todo el protagonismo. Rivas Aquino, como buen rimense, se mantuvo firme, pintando paisajes, naturalezas muertas, bodegones, retratos, aun sabiendo que esto no iba a darle réditos comerciales ni a volverlo un artista de moda.

Desde el taller y también como profesor principal en la especialidad de pintura de la Escuela Superior de Bellas Artes “Macedonio de la Torre” (ESBAT), Rivas fue siempre un artista auténtico, sin requiebros ni facilismos. Su muerte física cierra un ciclo que iniciaron maestros como Ignacio Merino, Daniel Hernández y Carlos Baca Flor, que continuaron José Sabogal y Pedro Azabache y aún persiste con los maestros Eladio Ruiz Cerna o Tito Monzón, por citar solo algunos ejemplos.

Pintor por vocación

Tuve el inmerecido privilegio de entrevistarlo en varias oportunidades, tanto en Trujillo como en Lima, y de cultivar una amistad con Fernando Rivas Aquino, cuya personalidad estaba signada por la modestia, aunque con explosiones de polémica. Gran conversador, lector empedernido y crítico de arte, vivió siempre en gratitud con sus padres Arturo Rivas Romero y Sofía Aquino Vargas.

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“Ellos apoyaron desde mi infancia toda mi formación pictórica. Me alentaron desde niño y soy pintor gracias a su influencia. Mi padre dominaba el dibujo técnico y mi madre era una apasionada de la artesanía. Fueron mis primeras influencias”, me dijo en una de las últimas conversaciones que sostuvimos en su casa, en San Juan de Lurigancho, Lima.

Rivas Aquino se inició a los 10 años de edad en el aprendizaje de las artes plásticas cuando sus padres decidieron matricularlo en el taller del maestro Julio Camino Sánchez. Posteriormente fue descubierto por Carlota Carvallo de Núñez (discípula de José Sabogal y Daniel Hernández), quien dijo alguna vez “este niño nació para ser pintor porque tiene facilidad para el manejo del color”.

Desde entonces Rivas dedicó su vida a las artes plásticas y decidió ingresar a la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima, de donde egresó en 1985 como uno de los más destacados de su promoción. Entre sus maestros destacaron el eximio grabadista cataquense Félix Rebolledo Herrera, en dibujo, y el maestro Leonel Velarde en pintura. Rivas Aquino llegó a Trujillo por primera vez en 1994 y se quedó impresionado por la belleza de la campiña mochera y de centro histórico.

Años después, en 1999, ganó el primer lugar en el concurso público para una plaza docente y desde entonces fue profesor de pintura en la ESBAT, hasta su muerte. Anteriormente ejerció la docencia en las escuelas de bellas artes de Huaraz, Cusco y Pucallpa. Según opinión del pintor escocés John Mc Crum, por su técnica, cromatismo y composición, la pintura de Rivas sigue la línea estilística de los grandes maestros impresionistas como por ejemplo Van Gogh, Monet, Cezanne y Pissaro.

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“Colores bellos, gran técnica, como artista escocés debo reconocer que Fernando Rivas Aquino es un verdadero talento que debe ser apreciado por la gente”, escribió Mc Crum. Asimismo el pintor peruano Juan Ortega opinó: “Óleos bien logrados que nos traen reminiscencias de Renoir”. Rivas se autodefinía como un “obrero de la pintura”, pero además -como mencionamos líneas arriba- había incursionado en la filosofía del arte (estética) y en la reflexión crítica en torno a la función y esencia del arte en nuestra sociedad.

Publicó una serie de artículos en los diarios Nuevo Norte y la revista Vea. El diario La Industria reportó varias de sus declaraciones polémicas. En la década del noventa, Rivas inició en Trujillo un debate público en defensa de la pintura frente a la proliferación del arte conceptual, a raíz de que -en su opinión los principales concursos de arte y salas de exposiciones del país le estaban dando más preferencia a las obras “conceptualistas”, dejando de la lado a los artistas populares y los que abordaban temas peruanistas.

“Con estos parámetros, gustos y criterios se quiere dar preferencia a un minúsculo grupo de `conceptualistas´ que tratan de ser el non plus ultra de las artes en nuestro país. Los conceptualistas de videos, instalaciones y multimedia son en realidad las momias vivientes de la vieja Bauhaus de 1919, combinados con la retórica de la semiótica conceptualista de los años sesenta y setenta. Se trata de imponer un modelo cultural utilizado recursos económicos, propagandísticos, etc. para que con el eslogan de la modernidad, la tecnología, la globalización, puedan criticar, desprestigiar y destruir nuestra identidad cultural”, señalaba Rivas.

Sin duda, remeció el ambiente y se ganó no pocos enemigos gratuitos. Para Rivas la estética también era ética. Y fue consecuente hasta el final. En ese sentido Rivas argumentaba que “la identidad plástica en Trujillo comenzó con José Sabogal, Pedro Azabache y Eladio Ruiz, quienes desarrollaron una plástica de contenido nacional; a pesar de la campaña del silencio, de minimizarlos y destruirlos con el abstracto, la tecnología, el video, las instalaciones, la globalización.

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Pero la identidad peruana existe y existirá porque el arte se nutre de la fuerza espiritual de cada pueblo y nación. En 2010, entrevisté a Rivas en Lima con ocasión de su décima exposición individual titulada “Sentimientos” en la sala “José Eulogio Garrido” de la ESBAT. Allí estaba lo mejor de su propuesta: una pintura directa, colorida, franca, sin medias tintas, bordeando el impresionismo de forma magistral. Era el producto de más de veinticinco años de trabajo ininterrumpido.

La muerte de su madre, hace algunos años, y de su hermana, hace pocos meses, lo habían dejado en medio de una desolación profunda. Lo encontré en Lima hace un par de meses. Iba de luto, triste, pero -fiel a su personalidad- me brindó un tiempo para compartir los detalles de lo que iba a ser su nueva exposición de acuarelas. El arte era la inspiración que lo mantenía vivo.

La muerte -como a todos nosotros algún día- le metió un zarpazo y lo sorprendió en el mes de octubre a los 58 años de edad. Estoy seguro de que falleció en paz, como buen devoto del Señor de los Milagros. Descansa en paz, Fernando, hermano del alma.

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